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Posiblemente, la novela más desconocida y sublime de Arthur Machen. Precursora por derecho propio del horror cósmico (y auténticamente precursora, no lo digo por decir) esta novela de abominable desenlace es una cadena de relatos aparentemente inconexos pero que forman un todo tan perfectamente compacto que uno no puede sino maravillarse ante el resultado.
Te lo digo sin rodeos: no leerás otra novela como esta.
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Esta edición presenta, con una traducción actualizada e ilustraciones a todo color hechas para la ocasión, la novela Los Tres Impostores, de Arthur Machen. ¿Y de qué va Los Tres Impostores? Pues...
...Tres misteriosas personas se reúnen en una casa; estaban buscando a «el joven de gafas». En las brumosas calles de la Londres, un joven artista descubre por casualidad un Tiberio de oro que desata una oscura cadena de eventos. Mientras persigue la verdad detrás de este enigma, se ve arrastrado hacia un abismo de secretos antiguos y fuerzas siniestras que desafían la comprensión humana. Cada nuevo suceso arroja luz sobre el anterior, a la vez que estrecha más y más la soga sobre la presa. ¿Se podrá resistir a las sombras que acechan en las sombras, descubrirá qué es real y qué no, o quedará atrapado en la red de intrigas tejida por... Los Tres Impostores?
No me gusta mucho usar esta expresión, porque está muy manida, pero... esta es una novela imprescindible para cualquier amante de la literatura de terror y del horror cósmico. Insisto: imprescindible. No verás otra novela igual.
Arthur Machen (1863-1947), galés pero enamorado de Londres, cristiano pero fascinado por el ocultismo y el paganismo, y sin duda maestro innegable del terror, te conducirá en esta novela a través de lo que aparenta ser una serie de relatos inconexos, un misterio creciente, hasta llegar a un apoteósico final.
«Me rindo ante la fantasía. No puedo resistir la influencia de lo grotesco. Aquí, donde todo está cayendo en la penumbra y el vacío, y caminamos en la penumbra del cedro, y el mismo aire del cielo se enmohece en los pulmones, no puedo continuar en el mundo corriente. Miro ese profundo resplandor en los cristales, y la casa queda totalmente hechizada; te digo que esa misma habitación está impregnada de sangre y fuego».
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