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La muñeca
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La familia de Montorio es un relato oscuro. Maturin va contando a un tiempo, separadamente, las zozobras de Ippolito y de Annibal, los hermanos Montorio, con los que viajamos a pie y a caballo por buena parte de la región de Nápoles. Sobre ellos se cierne la influencia de un personaje siniestro, “el desconocido” para Ippolito y “el confesor” para Annibal.
Charles Robert Maturin (1780-1824), autor de la inmortal novela gótica Melmoth el errabundo (1820) –colección Gótica nº 21–, tomó prestado a los veinticuatro años el castillo de Udolfo de Ann Radcliffe, lo rebautizó con el nombre de Muralto –un guiño al canónigo de san Nicolás, de Otranto–, encendió una vela y se sentó a contarnos la horrible tragedia de la familia Montorio. Una historia espeluznante.
Maturin había estudiado en el Trinity College de Dublín, su ciudad natal, y tras graduarse se sumerge de manera absorbente en el estudio de obras de muy diversos géneros que van cayendo en sus manos, ya sea filosofía, teología, historia, novela o poesía. No obstante, la literatura es la gran pasión de su vida, la pasión que le transporta y le arrastra finalmente hasta el mismo borde de la locura. Se ordena clérigo en 1803, y desde entonces trata de hacer compatible su carrera eclesiástica con la de novelista y autor teatral. Acabó su primera novela, Venganza fatal en 1806, que publicó al año siguiente en Londres bajo seudónimo, y en 1816 estrena su famoso drama Bertram. Después de escribir tres novelas más sin gran éxito entre 1808 y 1818, publica su monumental Melmoth en 1820, obra cumbre de la literatura gótica.
La familia de Montorio (aparecida originalmente con el título de Venganza fatal) es un relato oscuro, una maraña de historias lo vuelven intrincado. Maturin va contando a un tiempo, separadamente, las zozobras de Ippolito y de Annibal, los hermanos Montorio, con los que viajamos a pie y a caballo por buena parte de la región de Nápoles. Sobre ellos se cierne la influencia de un personaje siniestro, “el desconocido” para Ippolito y “el confesor” para Annibal. Una fatalidad traba las vidas de los moradores del castillo de Muralto –formidable, ennegrecido, silencioso–, residencia de la familia Montorio, y sus destinos se deslizan de forma inexorable hacia la catástrofe final.
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