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¡Arde, bruja, arde!
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Un legado de sangre y violencia que sigue atrayendo a los morbosos. Los del pueblo no se acercan. Saben que lo mejor es no trastear con esas historias y así se lo advierten a Binder, que acaba de alquilar la propiedad de los Beale con su mujer y su hija. Binder intuye que en la leyenda de Virginia Beale hay buen material para la novelucha de género que le hará salir del bloqueo en el que lleva sumido desde el éxito de su ópera prima.
Ya nadie recoge el maíz y los cimientos de la casa original han sido invadidos por la maleza. Los barracones de los esclavos hace tiempo que se vinieron abajo y los vestigios del cementerio familiar ya casi ni se ven. Solo se mantiene en pie el viejo cobertizo y la casa nueva, de la que los actuales propietarios no quieren saber nada. Llevan años intentando venderla, pero no hay manera. Allí ocurrieron cosas. Hay testimonios. La maldición de la casa Beale. Hasta se publicaron libros y artículos sobre el tema. Dos páginas en la revista Life. Un legado de sangre y violencia que, aún hoy, sigue atrayendo a los morbosos. Los del pueblo, sin embargo, no se acercan. Saben que lo mejor es no trastear con esas historias, dejar el bosque en paz, y así se lo advierten a David Binder, que acaba de alquilar la propiedad de los Beale con su mujer y su hija. Binder intuye que en la leyenda de Virginia Beale, «la Reina de las Hadas del Valle Embrujado», hay buen material para la novelucha de género que, según su agente, le hará salir del bloqueo en el que lleva sumido desde el éxito de su ópera prima. Pero hay miedos mucho peores que el pavor a la página en blanco, y el proyecto de Binder no tardará en convertirse en una obsesión devastadora. «Si alguien aporrea la puerta en mitad de la noche, no abra. Si alguien llama por teléfono, no lo coja. Al final es siempre uno mismo el que deja entrar esas cosas.» Aquel viejo de la plaza sabía de lo que hablaba. La casa no los quiere allí.
Un legado de sangre y violencia que sigue atrayendo a los morbosos. Los del pueblo no se acercan. Saben que lo mejor es no trastear con esas historias y así se lo advierten a Binder, que acaba de alquilar la propiedad de los Beale con su mujer y su hija. Binder intuye que en la leyenda de Virginia Beale hay buen material para la novelucha de género que le hará salir del bloqueo en el que lleva sumido desde el éxito de su ópera prima.
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