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Novelas cortas de intensa...
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Estrenamos colección western con Jaume Vicent y una historia en el oeste con elementos weird y sobrenaturales.
Jericho Hills es una pequeña comunidad fundada por un grupo de fundamentalistas protestantes con la esperanza de establecer en el Nuevo Mundo un lugar donde vivir siguiendo las leyes de Dios.
Con la fiebre del oro, la tranquila población de frontera se acabó por convertir en un nido de víboras. Mineros, buscavidas, prostitutas y jugadores han ido cambiando la estampa de la ciudad lentamente.
Frankie Hollyday es un viejo jugador y un pistolero que acude a Jericho Hills para participar en un torneo de póquer y, de paso, visitar a una vieja amiga, Jolie, la dueña del Pearl.
Será entonces cuando, en medio de la agitación del torneo, algo inesperado suceda. El Ojo del Muerto brillará sobre Jericho Hills, sumiéndola en las tinieblas.
Uno de los primeros recuerdos que tengo es el de mi bisabuelo sentado en el campo, leyendo una de las famosas novelitas del incombustible Marcial LaFuente Estefanía. Lo recuerdo muy bien (y es extraño porque tengo pocos recuerdos de mi infancia, culpa de caídas varias desde árboles y otras tropelías), recuerdo que aquellos libros me fascinaban y sus portadas me resultaban muy atractivas.
Ya siendo más mayor, recuerdo pasar las sobremesas con mi abuelo viendo westerns y, recuerdo también con mucho cariño pasar las tardes de navidad a su lado viendo Río Bravo (siempre Río Bravo). Ahora, con muchos años más a las espaldas, sigo disfrutando de esas películas (esta vez con mi suegro) y de varias series que, a pesar de la tónica general, no están nada mal.
El western me gusta, siempre me ha gustado y, a pesar de que para muchos es un género menor, creo que es algo que habría que reivindicar más a menudo. Yo ya lo hice en varias ocasiones, primero con La Carne y la Sangre que, si bien no es un western como tal, sí tiene esa ambientación de frontera, que creo que es la sal de la tierra de este género. Más tarde escribí El Clan de la Montaña otro western, más clásico, pero con toques de terror (que para algo es lo mío), con el que logré aproximarme al cine del oeste más oscuro.
Esta vez he mezclado dos géneros que parecerían opuestos: el western y el zombi. Mi intención es emular a los directores de aquellas películas llenas de polvo y tiros: simple y llanamente entretener. Los zombis casan muy bien con la ambientación del Far West y siempre son un elemento divertido, tanto para el escritor como para el lector, así que espero que te lo pases bien leyendo La Mano del Muerto y que, cuando termines tengas ganas de volver a jugar a indios y vaqueros como cuando eras un crío.
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