Reseña de «Buscando al hombre del río»

por Víctor Perolio Ausín

Decía Leopoldo María Panero en un artículo firmado para el ABC: «me empeñé en rehuir desde la escritura, como una magia que me salvara del hombre».

 

En este libro, ese conjuro se revierte al leerlo, al recitarlo. Esa huida del autor condena irremediablemente al lector a sumergirse en la podredumbre de las relaciones humanas.

 

Es un libro crudo desde el principio. Nos cuenta la historia de Lori, una mujer que mantiene una relación por correspondencia con un asesino en serie convicto. Cree que la conexión que existe entre ambos es verdadera y profunda hasta el punto de considerarlo su gran relación romántica. La única significativa. Éste la lleva a adentrarse de una manera literal en su mundo, en una especie de viaje iniciático.

 

El personaje de Lori es casi un tropo del propio asesino y el texto desde el principio parece retorcer la historia y las expectativas del lector para preparar la temida traca final. Pero la clave en este libro es cómo se empeña en pervertirlo todo. El personaje del asesino se nombra y se cita, pero jamás se personifica realmente, es una idea que lleva a nuestra protagonista a adentrarse por propia voluntad en el Infierno. Un infierno lleno de sangre, fuego y rojo, mucho rojo. 

Todo esto sigue una estructura articulada por un viaje que es interrumpido por pequeños capítulos con los recuerdos de la protagonista. Estos capítulos no están planteados como una explicación de las acciones de la protagonista, sino que suman al suspense y la sorpresa que se nota que se ha intentado impregnar durante toda la historia. Y la verdad es que funciona como un cuchillo cortando carne fresca.

El libro peca, en ocasiones, de sensacionalista al dar la sensación de que tiende al «más grotesco todavía» como fin último, y eso lastra parte de su desarrollo. Aunque, la verdad, no se me ocurre cómo podría conseguir transmitir una sensación tan desasosegante sin recurrir a ello.

   

Donde el libro consigue brillar sin reservas es a la hora de construir imágenes y situaciones desagradables. Te revuelve el estómago de una forma horriblemente literal. Mención especial merecen el capítulo dedicado al viaje por el río y la psicotrópica y delirante parte final del libro. La sensación al leerlo es la de estar sacando la cabeza del barro después de una paliza, creyendo que por fin todo ha terminado, y encontrarte una bota con punta de acero que te devuelve al fango. Y funciona. Muy bien.

 

Los personajes son memorables y, aunque no tienen una profundidad real en la mayoría de los casos, las dimensiones de la novela hacen que sirvan a su cometido. Sinceramente creo que hay que agradecer la valentía de la editorial Dimensiones ocultas a la hora de elegir este tipo de historias que quizás no sean para todo el mundo pero que, si les das una oportunidad, te agitan la cabeza en la dirección correcta.

Totalmente recomendado para los amantes del splatterpunk y aquellos que disfrutan del folk-horror pero están hartos de seres etéreos y maldiciones que sólo dan miedo si eres un anciano del siglo XVIII.

Para ver la ficha completa de Buscando al hombre del río, escrito por Kristopher Triana y editado por Dimensiones ocultas, haz clic aquí.